domingo, 11 de junio de 2017

Lazarilla a la fuerza

Lo hicimos por nuestros derechos, porque el mundo es muy egoísta y nadie tiene tanta empatía hasta que no le pasa lo que a mí y a miles de personas más.


Tratado I:

Nos dirigimos mi madre, Aitor, y yo a un centro de refugiados, mi primer campo de refugiados, espero que todo salga bien porque ya estamos bastante destrozados todos... Hay muchos militares y eso estaba claro ya que es el primer campo después de pasar el registro policial.
Pasan los días y esto se me esta haciendo eterno, no hacen nada por nosotros, esto no es lo que yo tenía pensado de un campo de refugiados.
Ya han pasado dos meses y seguimos aquí, tanto yo como Aitor pensamos lo mismo, no estamos mejorando nada, para nada es lo que pensábamos, nos miran con desprecio y casi no ayudan.
- Es mejor que nos escapemos, aquí no estamos agusto mamá. Esto no va a mejorar - le dije confesándome.
- Esta bien hija, pienso lo mismo. - me dijo ella casi sin fuerzas.

Tratado II:

Nos escapamos del campo militarizado y llegamos a este, es increíble, nunca había visto a tantas personas juntas y así de hambrientos...
Cogimos una campaña y la instalamos en un rincón pequeñito, Aior se vino con mi madre y conmigo, parece mentira pero ahora mismo Aitor para mi es como mi hermano mayor... Hemos pasado tantas cosas juntos , tantas experiencias fuertes e inolvidables que no me veo capaz de seguir sin el.Él se encarga de coger el agua, aunque no sea del todo potable... Algo habrá que beber.
Pasaron semanas y seguíamos aquí, yo había hecho amigos, bueno, yo y Aitor eramos los mayores, los demás eran niños de entre 4 y 11 años. Nunca había visto a tantos niños en estas condiciones, Nosotros jugábamos con ellos, al pilla pilla, al fútbol, al escondite, etc... Nos encargábamos de hacerles olvidar por lo que estaban pasando, y creedme que no es fácil, nada es fácil ahora.
Al día siguiente me despertó mi madre y seguidamente desperté a Aitor, nos estaban desalojando, si, desalojando, el campo estaba siendo desalojado por las fuerzas de la orden... Impresionante ¿verdad?.
Todo aquello que me enseñaron y que aprendí en el instituto, en clase de valores éticos,  esos derechos que tenía cualquier ser humano, los derechos humanos, no los veía por ninguna parte.
lamentablemente tuvimos que irnos de este campo y buscar otro.

Tratado III:

Como no teníamos a donde ir y tampoco queríamos volver al campo militarizado tran habernos fugado, decidimos crear un campo improvisado, "un campo familiar" lo llamaban también.
Pasamos días pero tras las carencias de alimento y agua nos vimos obligados a buscar un lugar mejor.
Creía que esto era como en la tele, que las fuerzas del poder nos ayudarían, pero no. Nada es como lo pintan. Hay que ser realistas.

Tratado IV:

Pasamos por muchos campos, bueno en realidad eran campos olímpicos que se habían convertido en campos de refugiados, no te quiero hablar mucho de esto, porque no fue una gran experiencia para los tres. Pasaron muchas cosas y huimos, si, huimos. ¿Qué casualidad verdad? Nosotros, ¿huir?. La verdad... no es nada nuevo.

Tratado V:

Seguimos andando y andando y llegamos a otro campo... si, a otro más.
Este tiene mejor pinta, bueno, ninguno tiene buena pinta pero dentro de lo que cabe esto está bien.
Este campo me recuerda más o menos a mi barrio, había casetas llenas de fruta, otra de ropa, otra de verduras, de carne, etc...

Encontramos una caseta grande y nos instalamos allí. Tanto a mi como a Aitor nos costó un poco instalarnos pero al final lo conseguimos, Aitor se dedicó a trabajar en una frutería y yo me encargué de hacer recados y ayudar a los niños, les enseñaba objetos, canciones, juegos y la verdad me encantaba hacerlo, porque ellos lo estaban pasando realmente mal, me contaban anécdotas, sus trayectos hasta llegar a este campo, algunos eran huérfanos , otros habían perdido a sus padres y no sabían donde estaban , otros vieron morir a su hermana o hermano, y otros a su madre o a su padre para que el sobreviviese.
Todas las noches, Aitor y yo nos sentamos al lado de la valla que nos rodea y nos quedamos mirando el otro lado, la frontera y todas las luces, las casas, los coches y las personas sin corazón que pasa por allí y no hacen nada.

El trabajo que tenía, de profesora, me lo concedió una ONG, lo único bueno que nos había pasado.
Aunque ahora estemos mejor, nada es como antes y necesitamos algo mejor, no se me quita la idea de  la cabeza pasar la frontera y encontrar ese lugar soñado, sé que existe, sé que esta ahí y no voy a rendirme.
Se lo dije a mi madre y a Aitor y sin dudarlos me apoyaron en la decisión, así que, huimos por cuarta vez y nos dirigimos a cruzar la frontera.





No hay comentarios:

Publicar un comentario