domingo, 11 de junio de 2017

Una ruta quijotesca

Parte I:

Llegamos a la frontera, así que nos dispusimos a cruzarla cuando militares nos pillaron y tuvieron que responder a nuestro intento de llegar hasta nuestro destino mas deseado.
Nos lanzaron granadas aturdidoras, aunque no hacía nada, si nos asustaron. También nos pegaron con las porras, en ese momento Aitor me protegió bastante y las palizas se las llevo la gran mayoría, el.
Aparte y sorprendente mente usaron gases lacrimógenos, así que nos apartamos pero esto no nos iba a quitar las fuerzas de cruzar la gran valla preparatoria.
Al día siguiente lo volvimos a intentar y gracias a un amigo que hice de la ONG, nos dejaron cruzar la frontera.
Nosotros no íbamos solos, también venían con nosotros muchas más familias cansadas de estar esperando una mejora cuando sabían perfectamente que no iba a ver ninguna.

Tras pasar la frontera nos dirigimos de nuevo a otro registro policial y tras pasarlo sin ningún problema nos guiaron hasta coger un tren, que este nos llevaría a la próxima frontera que debíamos cruzar. Estábamos escasos de dinero pero gracias a los ahorros que íbamos haciendo en el ultimo campo, pudimos coger buena parte para los billetes.
Aitor claramente, se venía con nosotros, teníamos dinero para tres y como mi hermana había fallecido... decidimos gastarnos su parte para Aitor ya que el ha hecho muchas cosas por nosotros y ahora es parte de la familia porque el ya no tiene a la suya...

Compramos los billetes y nos sentamos en la estación para esperar al tren, la gente era muy desagradable, nos miraban con desprecio, algunos graciosos se reían de nuestras vestimentas, cambiaban de sentido y hasta nos tenían miedo.
Llego el momento de coger el tren, nos levantamos, como muchos más de los nuestros y entramos en el tren... De repente escuché un grito, era una niña de aproximadamente de 7 años, tenía el billete en su mano y no paraba de gritar el nombre de su madre, la cual se la estaban llevando unos policías, yo me quedé impactada ante este gesto así que antes de que el tren se pusiera en marcha, Aitor de un movimiento, agarro del brazo a aquella chica y la metió en el tren con nosotros.

Parte II:

La niña estaba asustada y estaba llorando.
- Hola pequeña, me llamo  Paula, ¿hablas mi idioma?- dije despacio y vocalizando para que me entendiese.
Ella asintió con la cabeza, a lo que me alegre, porque así nos entenderíamos mejor.
La ofrecí un asiento que quedaba y ella se sentó vergonzosa.
- Yo me llamo Aitor, encantado - le ofreció la mano y la niña se la agarro he hicieron el gesto del saludo.
- ¿Te puedo preguntar como te llamas preciosa? - le dije
- Esperanza - respondió cabizbaja.
- Anda, justo lo que nos falta ahora mismo - dijo Aitor sonriendo
Le dí un codazo a Aitor y seguidamente Esperanza comenzó a reírse, a lo que yo, también.
- ¿Dónde está mi mamá? - preguntó la niña triste
- No lo sabemos princesa, de momento te quedarás con nosotros y después la buscaremos ¿te parece bien? - dijo Aitor agachándose y cogiéndola de la mano.
Esperanza volvió a asentir con la cabeza y yo no paraba de mirar a Aitor, me parecía tan adorable cuando hablaba con los niños... Me recordaba a Diego.

Cuando llegamos a la estación del destino, inesperadamente, unas cuantas personas (al parecer, voluntarios) muy agradables que nos ofrecían alimentos, mantas y bebidas, nos impresionaron bastante.
- Uf, menos mal que habéis aparecido, ya estábamos perdiendo la esperanza- dijo Aitor mirando sonriente a Esperanza y dándole pequeños golpecitos para que se riera.
A mí se me escapó una risita y a mi madre también. La niña obviamente se rió y no me podía sentir mas agusto que viéndola sonreír.
Mientras Aitor y yo entreteníamos a Esperanza, mi  madre se fue a hablar con los voluntarios, ellos le dijeron que en vez de ir directamente hasta la próxima frontera, se quedaran allí toda la noche ya que nos podrían asaltar, y que ibamos a ir mejor y mas seguros por la mañana al amanecer, armados, por si acaso.
Aitor, Esperanza y yo nos dirigimos con i madre y yo al saber de lo que estaban hablando pregunté:
- ¿Qué opciones hay para llegar a la frontera?
- Una es pagar un taxi, pero es caro, bastante caro- dijo una voluntaria
- Descartamos - dijo canturreando Aitor con la intención de hacer reir a Esperanza, lo cual siempre lo conseguía.
- ¿Y la otra?- dije yo
- La otra es esperar en el registro policial hasta que os entreguen el documento oficial para estar en el país, pero tendréis que esperar horas, e incluso días.- dijo la voluntaria
- Gracias, muchas gracias.- dijo mi madre agradecida

Escogimos obviamente la segunda opción, el documento no tardo mucho y esto nos permitió durante el recorrido, dormir en estancias en vez de en parques, o en la calle, cosa que agradecimos bastante...Hasta que al fin, llegamos a la frontera.

Parte III:

Hemos llegado, estamos en frente y sabemos que hay poco tiempo si queremos cruzarla, este país es muy difícil, la xenofobia parece ya una costumbre y tengo miedo, bueno no soy la única, hasta Aitor tiene miedo aunque se haga el fuerte.
Hemos oído que van a cerrar la frontera y que encima hay ultras con policías no muy lejos para tomarnos las huellas dactilares.
Todo el mundo tiene referencia de aquella regulación de Dublín que dice que todo solicitante de asilo que sea registrado en algún país de Europa, no podrá solicitar ni vivir en otro país, en ese caso será reportado a su país de vuelta.
Mucha gente no se quería arriesgar ya que vivir en este país es realmente difícil, pero yo tenía claro una cosa, "Si no arriesgas, no ganas".  Así que cogí a mi madre de la mano y Aitor viendo mis intenciones, cogió a Esperanza en brazos y salimos corriendo cruzando la frontera, con tan buena suerte que ni nos vio la policía ni los ultras.

Parte IV:

Somos bastantes los que pasamos la frontera y nos dirigimos a cruzar la ultima para salir del país, mientras tanto, Aitor y yo nos encargabamos de que Esperanza no perdiera "la esperanza", nunca mejor dicho.
- Bueno Esperanza y cuéntame, ¿tu de qué parte de España eres?- le dije yo para distraerla
- De Madrid - dijo ella
- Anda, ¡nosotros también!, ¿sabes de qué parte más o menos?-dijo Aitor
- De Vallecas- dijo sonriendo
Aquel sitio que nombró la pequeña me emocionó muchísimo, en Vallecas vivía mi mejor amiga y tengo muchísimos recuerdos con ella, en conciertos, durmiendo las dos e mi casa, viendo jugar al Rayo Vallecano, cuando ella me venía a ver nadar a competiciones y muchos recuerdos más.
Ahora mismo no sé donde está, ni como está, nada. Echo de menos sus consejos, sus mordiscos, sus chistes, su risa y todo de ella, la necesito.

Mientras cruzábamos un puente vi lo que era realmente la xenofobia, nos gritaban insultándonos, despreciándonos, nos tiraban latas y papeles, nos miraban con muchísimo desprecio, nos llegaron a escupir cuando pasábamos por delante de ellos. Yo, al igual que todos estaba harta, harta de que nos tratasen como animales o "bichos raros" cuando no lo somos. No lo somos.
Estamos huyendo de nuestro país por una guerra y aquí parece ser peor que la guerra, no tienen compasión.
Ya que eramos un grupo grande de personas, decidimos entre todos, acabar con esta xenofobia, nos pusimos en medio de las carreteras todos juntos y gracias a esto, creamos un tapón de coches impresionante a lo que las autoridades del país, reaccionaron.
Mandaron cuatro buses para todos nosotros para llevarnos a la ultima frontera y cruzarla.
No sabía si fiarme ya que he oído que un bus a sido cogido por un ultra y lleno el bus de refugiados, los han llevado a un Centro de Internamiento de Extranjeros, donde finalmente y no por mucho tiempo, los deportaran a España.

Pero increíblemente y por sorpresa, se nos para tres buses de frente y cuando abren la puerta, los conductores, son tres de los voluntarios de una ONG que nos ayudaron a pasar la primera frontera, los reconocí y ahí es cuando me di cuenta de que estábamos salvados.
Me subí a una roca y lo informe a todos los refugiados que faltaban, ellos sin dudarlo, comenzaron a subir a los buses ocupándolos por completo, seguidamente subimos todos, mi madre, Aitor, Esperanza y yo. Estábamos sentados cuando...
- ¡ESPERANZA, LLEGASTE POR FIN!- dijo Aitor en alto casi gritando
- ¿Qué?- dijo Esperanza mirando a Aitor extrañada.
- Se refería a la otra esperanza, pero tú nos has ayudado mucho también.- dije yo
Todos nos reímos y Esperanza me abrazo fuertemente y me dijo aquella palabra tan fuerte...
-  "Te quiero".
En ese momento me eche a llorar porque aquella pequeña me recordó a mi hermana y desde aquel instante juré protegerla y cuidarla. Por ella y por su madre, porque sé lo que es perder a un ser querido, y no os lo recomiendo a nadie, me ha hecho madurar y mucho.
- Y yo princesa- respondí.

Pasaron dos horas y llegamos a un país, bueno, no era un país, era el país.
El país perfecto, al fin habíamos llegado.
Bajamos del bus y nos encontramos a policías sonriendo y diciendo en nuestro idioma: "bienvenidos".
Nunca nos habían tratado tan bien, no nos trataban como animales y bichos raros, no nos trataban como aliens, nos trataban como lo que somos, humanos.
También habían jóvenes y adultos con pancartas donde decían en Español y en Inglés: "Hablo tu idioma. Si necesitas ayuda, dime."
Nos informaron un poco de lo que iba a pasar y nos llevaron a un Centro de Acogida de Refugiados o como ellos lo llamaban, CAR.

Pasaron los meses y allí se estaba muy bien, mejor que en los demás sitios, ahora si que se nos podía llamar refugiados...Ahora sí.
Allí sorprendentemente nos encontramos con la madre de Esperanza. Debo decir que yo creía que la habían deportado a España pero gracias a la mediación de la ONG, la soltaron y cogió un bus distinto al nuestro con lo cual no coincidimos hasta en el CAR. Ahora Esperanza está con su madre sana y salva y más feliz que nunca, dentro de lo que cabe claro.

Por fin, nos han concedido una casa en un bario bastante estable donde podemos vivir y casualmente somos los vecinos de Esperanza y su madre, Victoria.
- ¡VICTORIA! No hemos perdido la esperanza,y esto nos ha llevado a nuestro lugar soñado.- dijo Aitor riéndose a carcajadas ya que estaba jugando con los nombres de Madre e hija.
Todos reímos.
Pero no nos cabe duda de que esto aunque ha mejorado, no va a ser como antes, tenemos que conocer el idioma para integrarnos, conseguir un trabajo y empezar de cero, esto no ha acabado, pero es una nueva vida.














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